ALGUNAS PEQUEÑAS COSAS QUE HACEN QUE LA VIDA VALGA LA PENA (VOL XXV)

Anteriores ediciones aquí (hacia abajo)
 

Volver a desayunar con los habitantes de mi antigua casa

Ese primer contacto del avión en tierra que por un lado es amargo y por otro un alivio

Pedirle un beso a Roque y que se acerque a ti y muy concentrado choque frente con frente

Pedírselo a Martina y que te eche los brazos y te lo de mojado y con onomatopeya “mmmmmmmua!”

El “ay” que se me escapa cuando escucho las primeras notas de la banda sonora de Star Wars y veo esas letras gigantes otra vez en la pantalla de un cine

Reunirse con los de verano en diciembre

Que Marta me cuente entre risas que de las mejores cosas de la maternidad es que que te da todo absolutamente igual. El sentimiento de culpa desaparece y haces sólo lo que te apetece

Cuando por delante de la luna llena pasan nubes y parece una película de terror antigua

Pesadilla antes de Navidad, que sigue siendo tan buena tantos años después

Mi bisabuela poniendo como ejemplo la calle de Vigo donde vivo porque sus aceras tienen un camelio, un naranjo, un camelio, un naranjo...

Pensar en todas las veces que volví a casa de padres por esa acera. Pensando en lo que pasó esa noche, viendo ese mismo socavón, esa misma baldosa mal colocada y bajo una medio lluvia tan viguesa

Que el camarero de la Trastienda me diga que hace mucho que no me ve. Que dónde me meto. Supongo que nadie le pide más tapas de queso por la cara

La doctora contando cómo a ella y a su novio los miraba la gente por la calle con sus jerséis navideños a juego. Las mujeres con expresión de “Qué mooooono" los hombres con un “Pobrecillo"

Cuando nos desprendemos de un grupo grande. Después de muchas horas. Y decidimos tomarnos una copa en petit comité. Y entonces empiezan las conversaciones de verdad

Que cierre la cremallera del vestido

Que la señora que calceta acierte siempre con los regalos y me ofrezca un caldito cada vez que llego a casa.

El cartel de mi portal, al que se le ha roto la N. Y el lugar de Feliz Navidad leo Feliz Vanidad

Y todas esas personas que decoran sus casas en estas fechas con tanto esmero

La gracia que le hace al jefe, cada vez que va al al baño de su cuarto y me ve tumbada en su cama viento la tele, decirme "QUEEE Piraña!!! Vives como Dios!!" Ca-da-vez. 

La sintonía de Farmacia de Guardia que me teletransporta automáticamente a mi infancia

Que Roque flipe cada vez que consigue apretar en botón del mando con su dedo rechoncho y al cambiar de canal me mira como diciendo “Mira lo que hice!"

Tradiciones como empezar el año con el Concierto de Primero de año de fondo

Y esas palmas en la marcha Radetzky que siempre motivan

Que Martina llame a su padre, a mi hermano, por su nombre de pila. Y que a él le haga tan poca gracia

Volver a coger la moto e ir a ver el mar

Escribir el discurso de la boda de Alvarez e Iru. Tan facil...

Leerlo, no tanto…

Volver a pintar. Volver a manchar. Volver a borrar. Volver a frustrar. Volver a elegir. Volver al color. Y a ese blanco salvador. Volver a firmar.

Que siempre, irremediablemente, haya la comida que haya el día uno enero, alguien diga “Pero de esto ya no queda??"

Los parches que me hace la señora que calceta en los pantalones, siempre con tela escocesa.

El cartel de led de Maracaibo que dice “Tu cafetería en la Alameda" y estar un día 1 enero pensado cuantas copas tomé ahí, en mi cafetería de la Alameda

Que David nos vea entrar en su bar y nos suba las copas sin que las pidamos y también los altavoces. Y entonces empecemos a poner y a cantar temazo tras temazo hasta que nos venimos muy arriba. Tanto como para que la gente de la calle se nos una. Tanto como para subir a una silla y que las otras tipas con las que me estoy dejando la garganta, me vayan poniendo banquetas a modo de pasarela y que milagrosamente no me caiga. Todas esas cosas hacen que la vida con mis amigas valga mucho la pena

Recordar cuando los Reyes eran verdaderamente Magos. Con aquellos niños que juraban haberlos visto y describían sus ropajes, esos otros que, ante la duda, creían firmemente pues cómo iban a tener sus padres dinero como para comprar tantísimos juguetes, o aquel que explicaba que claro que existían, porque a él le habían traído una hermanita. Esas dos copas de champán en lugar de 3 y aquellas tinas de agua para camellos. La emoción de esa noche y el canguelo de pensar que 3 señores iban a aparecer en tu casa. Y el miedo a que no hubiese absolutamente nada, como el señor de gafas oscuras aseguraba que le pasó un año. Entre todas, mi favorita es aquella compañera que me contó que Baltasar le había dado un beso porque por la mañana tenía negro en la mejilla. Se ve que el pobre hombre desteñía…