PAULINO RAMOS

Paulino esperó a que la chica se bajase y cuando desapareció por el portal instintivamente miró hacia atrás. Es algo que la gente del sector suele hacer. Muchas cosas olvidadas muchas veces.

Se percató que había un pequeño neceser. Alzó la vista hacia el portal pero ya era demasiado tarde. La chica había desaparecido. Alargó el brazo hacia el asiendo de atrás y lo cogió “Las mujeres…todo lo que llevan, hay que ver…” Pero había más. Lo que parecía un pequeño tarjetero blanco. Observó que estaba muy gastado. Se intuía el dibujo de una bicicleta y estaba pegado varias veces a modo de remiendo con celo y cinta roja de PVC. Lo abrió. Muchas tarjetas. De visita, de crédito, sanitaria, de Multiópticas, de Iberia…Por fin encontró el DNI. Era de Vigo. “Mi madre” pensó. “Estará aquí de visita? Y si tiene que viajar?” 

Con paciencia, bajó de su coche y en el portal hizo un cartel con lo primero que vio. El folio en el que se pedía a los vecinos que cerrasen la puerta al salir le valió. Le dio la vuelta y puso el nombre de la chica despistada que de gallego tenía más bien poco acompañado de un simple mensaje: LLAMA, URGENTE.

Paulino vio la hora y continuó. Había cumplido y aún quedaba noche por delante. 
“Dormirá y me llamará” pensó. 
Y esperó.

Pero esa llamada no se producía.

El día después de salir, la actividad se reduce al mínimo. Bajar a la calle? Sólo si es estrictamente necesario. O si te ha entrado remordimiento de conciencia cuando el sol se cuela en una habitación donde se intuye que la noche anterior fue larga. El viernes te aprovisionas para el fin de semana. Compras pizza por que te conoces, pero también ensalada porque crees que, a lo mejor, de una vez por todas, lo consigues. Dos buenos tomates y un bonito del Norte de los de bote que te sale más caro que haber salido a cenar fuera. 

La chica, o más bien la tipa, porque un sábado por la mañana no es chica, es tipa, comió su ensalada y se congratuló por el buen devenir de los hechos. Incluso lo contó a sus amigas. Lo bien que estaba a pesar de las horas anteriores tan oscuras y divertidas.

Paulino siguió esperando. Hasta que, preocupado por lo que pudiera estar sufriendo la pobre chica (para él aún no era tipa, simplemente era una chica bastante despistada) al creer que se había quedado sin cartera, decidió pasar a la acción.

En este punto de la historia tiene lugar una labor de investigación por parte de Paulino, que en su tiempo libre a lo mejor es investigador privado, que la tipa no tiene ni idea de cómo se desarrolla.

Entonces la tipa recibe una llamada hostil. 

“Apunta este número de teléfono” 
Y ella, como no quería problemas, lo hace. Se pregunta por qué hace caso al señor este que le lleva 8 años y al que tanto se parece. Esto lo piensa en dos milésimas de segundo. Y luego dice “Quién es?” "Es el taxista que tiene toda tu documentación" "qié dices??" "No te habías enterado? Eres la hostia" Se ve el señor este no conoce la regla de la no salida al exterior al día siguiente.

Paulino por fin recibió esa llamada.

La tipa le dio las gracias. Muchas veces. Con esa misma voz que pone de cuando quiere pedir perdón. Le llamó su salvador y le dijo que había gente buena.

Paulino le explicó todo lo que había hecho por ella. El cartel, buscar el número. Y le señalizó su preocupación “Claro es que tienes todo aquí yo pensé a ver qué hace esta muchacha” La tipa no se sentía digna de ese título de muchacha. Era una tipa. Estaba de resaca. Y cada flashback de la noche anterior la sumergía más en su tipez.

Paulino le explicó con mucha dedicación dónde vivía. Y ante el desconcierto de la tipa porque era la primera vez que escuchaba este lugar, se ofreció a llevárselo él mismo en su coche particular pues su turno ya había acabado. La tipa, que aún tenía un poco de dignidad, le dijo que ni hablar de eso, que salía para allí.

Cogió otro taxi y le contó la historia, claro. Porque a la gente buena, hay que anunciarla.

Paulino no quiso coger el dinero de la recompensa. 
Paulino devolvió la identidad y la chapa y pintura a la tipa que volvió a confiar un poco en su suerte*

La tipa, la que escribe, hoy ya un poco más cerca de ser persona, le está enormemente agradecida a Paulino.

Por ahorrarme el disgusto. Por ser más majo que las pesetas. Por darme su tarjeta. Por mostrar verdadero interés cuando le dije que le dedicaría un blog como pago por sus buenas acciones. Y porque, además, por una carambola del destino el señor de gafas oscuras no se enteró de nada así que también me evitó varios comentarios del estilo: “E-res-un-pu-ñe-te-ro-de-sas-tre”

Gracias Paulino Ramos!
Gente como tú hace que siga confiando en que hay que seguir confiando.

*La tipa se ha convertido, pocos días después de esta historia, en la única persona que conoce a la que han multado en el Metro de Madrid habiendo pagado el viaje. Por otra parte 2 días seguidos esta semana le saltó Juan Luis Guerra al entrar en el metro así que podríamos decir que la suerte de la tipa es algo cambiante…