Tengo yo un grupo de amigas que ya son amigas, "para siempre". Quiero decir que puede que vayan a más...pero dudo mucho que haya alguna baja. Muy grave tiene que ser lo que haga alguna de ellas para que dejemos de ser amigas (y de pronto me acuerdo de aquella terrible sentencia infantil: "Pos ya no soy tu amiga") A lo que me refiero es que ya somos mayores, hemos compartido mucho y nos reímos juntas, nos entendemos y nos aguantamos a pesar de todos nuestros defectos que son muchos y de sobra conocidos. Pues bien, entre estas amigas a las que yo en un alarde de ingenio bauticé como "Zorrupias" y así se quedó en ese grupo de Facebook que menos mal que es secreto porque los documentos gráficos ahí expuestos no son aptos para todos los públicos, hay una que se llama Blanca.
Y debiendo aclarar que todas esas "amigas para siempre" (du yu guont tu bi mai fren) se merecen varias líneas, resulta que le tocó a Blanca. Porque hoy he venido aquí a hablar de mi amiga. De mi amiga Blanca
En realidad dejó de llamarse así hace mucho tiempo. En el móvil fue Berenguela desde el día que descubrí (yo) que ese era su segundo nombre. Incluso pasó a ser Lourdes durante un breve espacio de tiempo cuando rondábamos los 17, porque a esa edad descubrió (ella) que ese era su tercer nombre. Cogí prestado el "Blancademierda" creo que de su hermano Gonzaga y alguna vez me referí a su persona como "El Blanquismo" como si de una enfermedad se tratase, derivando en Blaquitis, Blanquicela, Blancarro, Bláncer...pero lo que más hacemos es llamarnos por insulto. "Tú eres idiota?" "Eh!" "A ver quieres hacer esto de una vez?" "mira tú a mí no me mandas". Somos así. De insultarnos. De hacernos burla hasta el infinito sobre las cosas más absurdas. De tratarnos con hostilidad y de no demostrar el cariño a no ser que el alcohol nos haya invadido. De no tocarnos a no ser que toque abrazo, y entonces le digo..."Ay...Blanca"...y la estrujo un poco, aunque siempre le digo que no sabe recibir abrazos.
Porque Blanca es así. Come mal y decide peor. Tiene sus neuras que a veces le da vergüenza contar pero que yo entiendo muy bien...aunque con alguna le digo que no, que por ahí no paso y que eso hay que cambiarlo. Entonces se lo repito mucho y me dice que "yaa..." pero no cambia. Porque Blanca es así. Vergonzosa y come-uñas-que-son-garras. Analista de todo y de todos. Con memoria de elefante y sentimientos con efecto retardado. Disfrutona de sus costumbres y de lo conocido. Perezosa en el "por conocer". Graciosa, nerviosa y antisocial hasta el punto de hacernos pedir pitillos por ella. Entonces yo me rebelo y le digo que no, le suelto uno de esos "eres idiota?" y ella me dice "pero qué más te da?"...y entramos en uno de nuestros miles de episodios en que nos enfadamos (levemente...no recuerdo haberlo nunca en serio), yo porque me desespera cómo es y ella porque le riño y porque pongo malas caras. Luego hablamos (bueno hablo yo) hasta que ella estalla y dice "A veeer!!..." y tiene que decirme lo que le pasa. Porque yo soy de hablar. De hablarlo todo. Y Blanca no. Blanca es de callar. De callarse todo.
Menos por escrito. Blanca escribe mucho, con gracia y con ingenio. Como es ella. No sé cuántas horas habremos podido hablar a lo largo de nuestro cuarto de siglo, pero las conversaciones escritas ganan por goleada. Desde esas cartas adolescentes archivadas en carpetas hasta esos interminables chats que se perdieron en el ciberespacio. La palabra escrita es el medio que ha conseguido que a pesar de separarnos en la universidad (tú a Santiago y yo a Madrid) tengamos un diálogo constante sobre todo, como cuando compartíamos pupitre en el colegio. Y cuando digo todo es TODO. Desde esas épocas de exámenes con alternancia en el papel de animadora "pero si es lo que me decías tú el otro día, que hay que seguir, que esto no es nada", o esas conversaciones que empezando con un "qué tal?" acababan en un análisis de nosotras y del mundo...hasta esos esporádicos "hola!", "carmeeeen...buaj" en el muro de Facebook, los absurdos pero imprescindibles informes sobre el estado de la Nación (rosa) con el tema fetiche de si Lydia Lozano ha vuelto a llorar por el caso Ylenia, pasando por los "Blanca creo que me voy a tomar 2 yogures en vez de uno eh? así de colgada estoy" y sin olvidarnos de mi preferido "Teorías sobre la vida". En este apartado encontramos hits como no fiarse de la gente que no habla de caca, los beneficios del insulto continuo, la invisibilidad que otorga el llevar gafas de sol y cascos (por lo que si cantas en alto no pasa nada) o definitivos y sentenciosos "está claro que siempre voy a querer una caña más"
Después de leer algo de Blanca siempre sonrío. Después de hablar con ella siempre me quedo mejor.
A Blanca le gusta mucho reírse de (sus) coñas muy absurdas pero no sabe sonreír en las fotos. Blanca conspira para salirse con la suya pero cede por el bien común siempre. Le gusta estar con sus amigas y olvidarse de todos los nervios que le producen los miércoles, cuando va a cantar temas a jm (así, en minúscula) y teme que la echen de la oposición. Ah! porque no lo había dicho, Blanca es una opositora. Una opositora que echa de menos la vida. "Porque a mí me gusta mucho la vida entiendes? Quiero volver a la vida Carmen!" me dirá en todas las ocasiones que la llevo por el mal camino y acabamos bebiendo cuando no se debe, preguntándonos mutuamente si queremos otra caña y contestando que "claro, que siempre voy a querer una caña más". A Blanca le gusta pensar en su futuro solucionado pero le entran unas dudas terribles con su presente. Pero Blanca sigue. Porque Blanca puede. Porque lo pasa mal pero continúa. Porque a fuerza de voluntad no le gana nadie. Y a contar historietas tampoco.
Blanca es mi amiga. Y estoy orgullosa de ello. Y de ella. Creo que nos pasa a todas.
Tengo una amiga de la que empecé a escribir una entrada el día que me anunció que había suspendido un examen y terminé de escribirla el día que se fue de Nueva York, después de decírmelo una mañana cuando todavía no había amanecido. Que venía. Venía para alegrarme la cara y el alma, un tanto morriñenta últimamente. Venía para que comiésemos, paseásemos, riésemos, comentásemos, nos hiciésemos fotos, flipásemos, nos quisiésemos cortar los pies, comprásemos, descubriésemos, bebiésemos y nos mirásemos sabiendo lo que está pensando la otra. Venía para ver esta ciudad, para tomar pavo en Acción de Gracias y ver el Empire State desde todos los puntos posibles. Para contarme cómo está y para que volviésemos a hablar de todo y de todos. Y a callar cuando apetecía. Para que acabásemos agotadas y ya casi sin ganas de nada para luego terminar en un mano a mano surrealista. Para que tengamos "algo para recordar". Para recordarme cómo es tenerla todo el día alrededor. Para recordarme por qué me gustan tanto Vigo y mis amigas. Para decirme que no queda nada. Para que volviésemos a ser esas dos niñas de uniforme azul marino en la salita verde de su casa haciendo que hacían los deberes mientras una hablaba y la otra pintaba. Para que estuviésemos como siempre. Esas dos.
"Las mismas...pero mejores"