El señor que gruñe ha visto cada partido de España una media de 3 veces. Y ahora está revisualizando el Argentina-Alemania, para observar al enemigo dice.
Ver los encuentros con ese tipo es inquietante. Insulta tantísimo, fuma tantísimo y blasfema tantísimo que consigue que creas que parte de la culpa es tuya. Yo me consuelo pensando que las broncazas que nos caen a sus hijos son porque nos quiere, por lo tanto, Torres, me dirijo a ti en concreto, no se lo tengas muy en cuenta, es porque desea que ganemos con todas sus fuerzas.
Y quién no?
Pero es que hay muchos nervios. Estamos en la semifinal de un Mundial y nadie había visto una selección de futbolistas españoles llegar tan lejos. Nadie.
Yo vi caer a España. Más de una vez. Pero creo que los más jóvenes nos contagiábamos de los mayores y sus "ya estamos otra vez". Yo no viví tantas derrotas como ellos y sin embargo veía los partidos con el escepticismo propio de un abuelo desencantado y envidioso de selecciones mejores y pasadas.
Lo de la Eurocopa fue la sorpresa. Nos pilló desprevenidos. Somos tan cenizos que muchos no confiaron en que se podía hasta que el árbitro pitó el final de la final. Fue entonces cuando nos desbordó una alegría inexplicable. Totalmente irracional. No dejan de ser unos hombres (la mayoría hombrecillos) que dan patadas a un balón y chutan a portería. Pero en el instante en que el cuero (tirando de símiles deportivos) mueve la red, millones de gargantas gritan al unísono. Un sentimiento totalmente primitivo nos invade y perdemos los papeles. Es imposible. Es increíble. Es algo que sólo el fútbol consigue.
Y esta selección lo consiguió. Nos convenció. Se nos fueron de un plumazo todos los complejos. Porque así somos en este país. Pasamos de 0 a 100 en menos que se tira un penalti. Y ahí nos mantuvimos, con una confianza plena en este grupo de chavales (no eran hombres?) no, son chavales. Jóvenes que sueñan, se esfuerzan, caen y se levantan. Porque son conscientes de que su hazaña ha acarreado unas consecuencias desproporcionadas, como es el que la felicidad de un país entero dependa de ellos. Y lo saben.
Con el Mundial llegaron las dudas. Y los españoles sacamos ese otro tipo que llevamos dentro además del meteorólogo: el entrenador de fútbol. Tenemos la solución. Lo vemos clarísimo. Los demás son unos burros que no tienen ni idea de este deporte que TODOS hemos practicado algna vez con más pena que gloria. Pero lo cierto es que ninguno jugamos ni entrenamos. Nosotros vemos. A nosotros nos toca sufrir mucho y, esperemos, disfrutar todavía más. Con eso deberíamos conformarnos. Pero no. Nos gusta opinar. Nos encanta opinar. A mi la primera.
Pero es en estos momentos, horas antes de que comience EL partido, de que empecemos a gritar, a sufrir, a mordernos las uñas, a despotricar y a acordarnos de la madre del árbitro, cuando todavía no tengo nublando el criterio por la emoción, cuando digo que no sé si ganaremos. No lo sé. Esto es UN partido y no tengo ni idea de lo que puede ocurrir. Pero sé una cosa. Esta selección me ha hecho sentirme orgullosa de un estilo, de un juego que se identifica y es la envidia de todo el mundo. Ha hecho que sonría viéndoles tocar, que de igual si eres del Barça, del Madrid o del Recre, ha dado que hablar, ha creado debate, nos ha sacado a la calle y nos ha hecho sufrir como siempre y disfrutar como nunca.
Así que, aún a riesgo de parecer condescendiente: Gracias Iker, sobra decir por qué, gracias Piqué, Puyol, Capdevila y Ramos por pelear cada balón, gracias Alonso, Xavi, Iniesta, Busquets, Cesc, por mantener la pelota, el juego está en vuestras manos, o mejor dicho, en vuestros pies, gracias Torres, Llorente y Villa, por enchufarlas y hacer que me quede afónica. Gracias a todo el banquillo por ser un autentico lujazo y por protestar y vivirlo como si fuesen sus piernas las que tocan el balón y no las de un compañero. Gracias por ser un grupo y no una suma de 23. A por ellos. Con todo. Sólo así se puede ganar. Y si no se hace, al menos caer defendiendo unas ideas hasta el final e irse como llegamos. Siendo grandes.