La boda dio tanto de sí que voy a tener que ir por entregas.
La de hoy va dedicada a los protagonistas y con "los" me refiero a: en primer lugar, la novia, como no podía ser de otra forma. Blanca y radiante llegó y de esta forma se mantuvo toda la noche. Estaba feliz pero de verdad, un diez para ella. Por pasárselo tan bien, por no salir de la pista, por ir taaaan guapa (y no lo digo por amor de prima) y repito, por ser una novia tan blanca y radiante. En segundo lugar, debo hacer una mención especial a la abuela del novio. Yo presumo muchísimo de abuelas, de lo bien que están, y es cierto, pero lo de esta mujer me impresionó. Y es que se puede tener un espíritu joven, se puede bajar a desayunar al día siguiente diciendo que sólo le dolían un poquito los pies, se puede aguantar como una campeona hasta las 4 de la mañana, se puede, pero con 100 AÑOS!!!, con 100 años ya no. Y por último, aunque no menos importante, puesto qe sin él la noche no hubiese sido lo mismo, y ni Cris hubiese disfrutado tanto, ni la abuela se hubiese quedado hasta las tantas, por lo que puedo decir que fue el hombre de la noche. Perdón Jorge, fuiste un gran novio y todos recordaremos tu versión de "esta cobardía de mi amor por ella, hace que la vea igual que una estrella..." pero no señores, el pincha, ese hombre peculiar clavado a Jorge Javier Vázquez en todos los sentidos, se consagró como un nuevo ídolo de masas.
Y es que no sólo es que pinchase canciones de hoy y de siempre, por lo que, no sólo los jóvenes llenaron la pista, si no que lo que ya no lo son tanto, como, por ejemplo, mi madre, disfrutaron como enanos, moviendo su cucu todo lo que los años le permitieron (que fue bastantante) Pero no fue sólo la musica, fueron también esos movimientos de caderas, de manos, de pies, esas miradas, esa camisa a lo cowboy, esos pasos de baile, esa cabeza hacia atrás en el momento "explota, explota me expló tarrán..." desde la mesa de mezclas. Esas bajadas a la pista cual estrellade rock entregándose a su público, esos bailes con la novia, con corro alrededor ovacionándolo. No se puede describir con palabras, ni un momento de bajón, la pista siempre llena y las pobres que no llevaron repuesto para bajarse de los tacones sufrieron las consecencias al día siguiente.
Yo no fui una de ellas pero sufrí consecuencias de otro tipo, de esas que se manifiestan no en los pies, si no en la cabeza y en el cuerpo en general pero mereció la pena. Y tanto que mereció la pena!