Me despierto y sigo cansada. Tengo un temblor intermitente e incomodérrimo en el párpado.
Qué tengo señor doctor?
Falta de seriedad.
Me lo temía.
Tengo que ponerme las pilas en un clima que no es el más propicio para ello (comienzo de semana de fiestas de mi colegio) Alrededor todo son risas, planes, tomar el sol y no acordarse de qué son los exámenes.
Las ventanas son finas y la música y el piar de los pajaritos llegan a mis oídos y se confunden con el recurso de inconstitucionalidad. Se me acumulan los quehaceres y se me pierden las horas como arena entre los dedos. Mi adicción a las series ha hecho de mí una auténtica yonki y el segundero me perturba con un ruido inapreciable para el oído del humano desocupado pero penetrante y acusador en mi caso.
La fuerza de voluntad todavía no se ha dignado a aparecer y era mi única esperanza. Pero se dice que ésta es lo último que se pierde así que seguiré confiando y esperando. Pero los días se agotan y yo tengo miedo.