Nunca me importó que me diesen el cambio en muchas monedas. Recuerdo que el señor de gafas oscuras siempre me daba las que llevaba en el bolsillo porque le pesaban y “las iba a perder”. Esas monedas financiaron muchas Fotogramas y muchos regalices (a los que en otra vida fui adicta).
Hoy tocaba afrontar ese trámite de renovación de pasaporte. Esta vez no me iban a pillar. No señor. Después de que te repudien una foto hasta 3 veces, una ya aprende la lección. Pedí la cita previa, fui con tiempo suficiente. Tenía las fotos reglamentarias y tenía dinero en efectivo. Lo tenía todo papi.
Entro directa a la maquinita. Me da error. Cara de circunstancia. Una viejecita me suplica ayuda porque ella "con los ordenadores…no” Pues claro señora. A ver dígame su número. Se confunde un par de veces pero al final sale el papelito. Bueno, si lo consigo para la señora no voy a conseguirlo para mí…Vuelta a empezar. Y otra vez error. A ver. Otra vez. Nada.
“Disculpe, es que tengo cita para hoy y me da error” y el joven policía viene conmigo a la maquinita. Y me pide que empiece otra vez el trámite. Y me trata como yo traté a la señora hace un minuto. Y yo me acuerdo de todas esas veces que te preguntan si el router está enchufado. Pero nada. “Sabía yo que algo tenía que salir mal. Ya es mala suerte que el sistema falle justo conmigo!” “Perdona chica pero es que no tienes cita para hoy sino para dentro de una semana”
No.
No es posible. Y de pronto me viene a la mente todas las veces que un calendario me la jugó al escoger una fecha de tren o de avión. O esa otra en las que me confundí de matrícula y por error la hice en Escultura II y no en Técnicas Escultóricas…y de pronto me acordé de todas esas veces que tuve que lidiar con ellos. Y pedirles un favor a ellos…sí, sí…a ”esos”
“No te deseo ningún mal pero ojalá tu entrada en el Reino de los Cielos dependa de un funcionario de la burocracia española”
Muto la cara de “madremíaCarmenotravez” a cara de pena. Y utilizo la misma técnica que tantas veces usé con señor de gafas oscuras hasta que se hizo inmune. La autoculpa. Empiezo con un “verá es que me confundí y toda la culpa es mía…pero es que necesito urgentemente el pasaporte” Parece que he tenido suerte con el funcionario y me ha tocado “el amiguete” me dice que están a tope pero que vuelva esta tarde. “Vale, muchísimas gracias de verdad” “Naaaaada”
Y me fui feliz.
Y volví. Pero no estaba mi amiguete. En su lugar había un señor que tenía pinta de ser el presidente de su comunidad de vecinos y cuyo hobby es hacer maquetas de barcos diminutos dentro de botellas. Un señor al que la táctica del autoculpamiento no le hizo ni un rasguño en su coraza de funcionario. Tuve que morderme la lengua varias veces para mantenerme en el papel. Porque no debía mandarle a la mierda. Ni si quiera subir el tono un poquito. Más vale seguir con la cara de pena. Porque a esta gente mejor tenerla de buenas. “Si yo le entiendo a usted, y seguro que hay más gente que viene como yo…” “Pues imagínese 30 ó 40 cada día, entiende?” Empiezo a sospechar que lo que quiere este hombre es que alguien le escuche…“Sí, sí…le entiendo…pero yo necesito una solución” Y aparece el amiguete por detrás diciendo que sí que me había citado él. Pero el presidente de la comunidad dice “Sí claro…y a otros tantos…” Y el amiguete desaparece. “Yo le digo lo que me mandan” “Pero qué quiere, que llore? Dígame qué puedo hacer” “Pues lo que está haciendo. Entiende? porque tengo un listado de gente. Así que sólo le queda esperar. Y tener suerte” “Suerte?” “Sí. Suerte. Suerte de que no aparezca alguien. Y si viene todo el mundo haremos lo que buenamente podamos. Porque este es mi trabajo” 1,2,3,4,5,6,7,8,9,10…“Vale gracias”
Y esperé.
Y lo odié un poco. “Yo no creo en la suerte, creo en las personas!” pensaba espetarle cuando por fin consiguiese salir de esa oficina jurando jamás volver.
Vi cómo le soltaba el mismo discurso a otra mucha gente. No es que la paciencia fuese la mayor virtud de este señor. Y ese tono de reproche, como intentando aleccionar a los que se pretendían saltarse el sistema en el que él tanto confía, no ayudaba nada. Sin embargo, después de un rato observándolo, empecé a sentir cierta empatía por él, que en mi cabeza se llamaba Antonio.
Antonio pasa sus días en esa oficina cuyas paredes están decoradas con varios folios pegados con celo amarillento. Unos indican dónde están las mesas, otros hacen anuncios en mayúsculas que nadie parece tomarse en serio. Como el de “aquí no se atiende a nadie sin cita previa”. Antonio se sienta en el mostrador de información. Pero Antonio no recibe preguntas. Lo que recibe Antonio son problemas. Todo problemas. Gente que necesita una solución. Outsiders del sistema. Como yo. Qué hará Antonio? Puede que empezase sus años mozos colando a la gente y haciendo favores. Pero ya no. Aprendió que no merecía la pena. Para qué? Le cogió gustillo a esto de dar sermones en monótono. Se alejó de la realidad y de las particularidades de cada caso. Les dice “Le anoto aquí y espere allí” y que pase el siguiente.
La vida de Antonio me parece una mierda.
Entonces aparece en escena una funcionaria media. De edad media, estatura media, puesto medio y pelo rojo. Paqui, la llamaremos. Paqui es una señora funcionaria funcional. Despacha y listo. “Alguien tiene dos billetes de 5 €?” pregunta. Entonces recuerdo que tengo muchas monedas en el monedero. Y algún billete de 5. Y sin pensarlo digo “Yo! pero después no voy a tener cambio para darle” “Bueno no importa, dámelo y pasa conmigo que ya te lo hago ahora”
Ahí estaba. La tarjeta de suerte del Monopoly, la de pase por la casilla de salida y cobre las 20.000 pesetas. El ticket dorado de Charlie y la Fábrica de Chocolate. El pase directo a la Final. No sonrío. No sea que se gafe. No sea que Antonio se entere que estoy colándome por uno de los pasadizos del sistema. Me siento muy quieta. Hago algún comentario sobre la juventud perdida de la anterior foto. No funciona. “Dedo izquierdo” Silencio. “Ahora el otro” Silencio. Y siempre, después de cada paso, ese kleenex arrugado que te preguntas cuántas veces cambiarán y si es realmente efectivo o estamos mezclando las huellas dactilares de toda España.
Paqui me hace el pasaporte en 1 minuto 47 segundos. Le agradezco a Paqui que sea tan funcionaria y tan funcional. Pero sobre todo le agradezco que se venda tan barato.
Me acordé de Antonio. Pensé que en algún momento iba a levantarse y decir “No! Paqui, a esta chica no le des Pasaporte aún. Está castigada”
Pero por suerte Antonio no se había enterado de nada. Lo sé porque me fui a despedir de él. Y le di las gracias sin un ápice de ironía. Él cambió la cara y me gritó cuando ya estaba en la puerta “Espera!” y se acercó. Todo esto muy dramático. Como en una película. “Te vas a ir sin el pasaporte?” Me preguntó casi diría que arrepentido por haber sido tan sumamente cabrón.
“No. Me lo llevo. Por tener cambio. Por suerte, como decías…”
Y puso esa cara que me hace tanta gracia. Apretando la boca y levantando las cejas al tiempo que se giraba y volvía hacia su mostrador de “Información”