Y sí, el otro día tuve una de esas conversaciones que se alargan durante horas sin que te des cuenta, en las que pasas de un tema a otro y te ríes y luego discutes, y te emocionas y vuelves a reír y a discutir muchas veces. Y arreglas el mundo y te convences de que no es tan difícil. Y por unas horas crees que se puede, que tienes la llave y lo ves todo claro.
Luego, de pronto, la realidad.
Compruebas que el mundo sigue girando al margen de lo que tú hagas, pienses u opines en voz alta. Regresas a tu pequeño mundo en el que todo, o casi todo, tiene un sentido y un lugar. Lla vida del día a día que poco tiene que ver con eso que se cuenta en las películas o eso que ves en los periódicos.
Ese mundo queda muy lejos.
De vez en cuando caemos en la cuenta de que nuestro papel en esta obra es pequeño, pequeñísimo y sólo si de verdad te lo mereces o si tienes la suerte de estar en el momento preciso, en el lugar adecuado, te dan una frase.
Pero qué sería de mí sin esos momentos en los que me creo que se puede conseguir el papel sin tener que tirarse al director?
Ahora, a estudiar…