LOS 21

Los 21 es una edad que ha perdido todo su encanto desde que ya no suponen el salto al adulterio.

No son los esperados 18, ni tienen el aliciente de dejar el 1 atrás y ni se acercan a la rotundidad y novedad de los 20.

Suponen la confirmación de algo que me temía, irremediablemente los años pasan cada vez más rápido y de repente encuentras que tienes recuerdos de hace lustros, que llevas dos décadas en este mundo y que se aproximan años de muchos cambios y decisiones.

Pero es ahora, días después de haber escrito esto, cuando me doy cuenta de que la obviedad es uno de mis fuertes. Pues claro que ocurre todo esto, pero y qué? De qué sirve reflexionar sobre ello? Únicamente pone melancólico y te hace sentir al borde de un abismo al que hay que saltar también irremediablemente.

Lo cierto es que todo es mucho más fácil. El día a día no es una caída al vacío sino una carrera de fondo. No piensas cuánto queda simplemente sigues adelante. Hay momentos fuertes y otros en los que lo único que resta es rendirse ante el hecho de que mañana será otro día. Los primeros son esos que hacen seguir adelante, pero que, irremediablemente, se ven eclipsados por esos en los que tiendo a hacer un castillo de un grano de arena.

Y aunque procuraré cambiarlo, resulta que a mis 21 años, el vivir intensamente lo bueno y exageradamente lo malo sigue siendo, irremediablemente, uno de mis defectos.

Y el autoconvencerme, vomitando lo que se me pasa por la mente en una página de Word, otro.