Si la voz de la experiencia habla, tú te callas.
Me repatea que pueda tener razón y me hace pensar más de la cuenta.
Si los nervios me traicionan, hablo antes de pensar y mientras pienso “Qué estás diciendo", sigo hablando y cuando por fin acabo, me quedo con cara de haber visto un fantasma mientras aprieto el botón de reset en mi cabeza.
Pero mientras que mi boca siga entrenando más que mi mente, me temo que va a llegar siempre antes a la meta.
Reflexiones post-examen oral del cual salí muy favorecida así que esto es, simplemente, quejarse por quejarse.
Aquí el sol brilla, los pajaritos cantan, las nubes se levantan que sí, que no que caiga un chaparrón de ginebra con limón.