MUDANZAS 2.0

Con un poco de orden y con-cierto esfuerzo consigues recopilar todas las cosas que tenías esparcidas por el ciberespacio y tener un sitio (un "sait") que te gusta. Porque es tuyo. Y porque pirañas hay muchas pero tú eres una. Esta.

Lo que pasa es que tienes que revisar todas las entradas del antiguo blog. Como si de una limpieza de armario se tratase, vas una por una y te encuentras con algunas sorpresas, algún "mi madriña...como tuviste el valor de escribir eso" pero en general bastante agradecida al poder recordar otras etapas de otras Cármenes que vivieron otras vidas que fueron también la tuya. Porque si escribes, además de por la necesidad de dar forma a tus quejas (y te quejas mucho) es para poder recordar las cosas que tu pésima memoria olvida. 

Entonces te encuentras con los miedos (?) de entrar en la veintena, con los exámenes y las neuras, los estreses y las formas de estudiar y de procrastinar y de salir que eran lo único a lo que debías dedicarte por aquellos tiempos universitarios. Bueno, también a quejarte y a perder cosas. Parece que esto viene de lejos. Vivías aventuras y desventuras en un colegio mayor y dejabas notas para tu yo del futuro que es este que hoy escribe y te das cuenta de que las expectativas tal vez eran demasiado altas o demasiado pre-crisis. Descubres que las vacaciones de estudiante se te hacían hasta largas (maldita!) y tenías mucha prisa por llegar a la siguiente fase. Como ahora más o menos.

Hubo un tiempo en que te hastiaba saber que aún te quedaban tantos años de universidad por delante y ahora no tienes ni idea de qué va a pasar el mes que viene.

Las dedicatorias de corte ñoño también vienen de lejos, como las dudas existenciales. La familia, los primos y hermanos están ahí desde el principio de los tiempos, como los amigos, los viajes y etiquetas de casa, de Vigo o de Madrid, se juntan con otras menos políticamente correctas como alcohol, noche, fiesta y consecuentemente, resaca. Pero nada de borrar. Que hasta lo que hoy te saca los colores hay que recordar.

Sólo hay una cosa que corregí. Y es que si algo me han enseñado los años es la importancia de puntu(aliz)ar bien. De los eternos puntos suspensivos a los que recurría antes tanto para enumerar, como para evitar una coma o un punto y seguido, paso a frases más cortas y concretas. O al menos lo intento. Aunque siga haciendo enumeraciones infinitas y la "y" siga siendo mi conector preferido porque parece que no me quiero dejar nada.

Y es que los puntos suspensivos juegan en ese terreno tan cómodo que es el de la ambigüedad pero llega un momento en el que hay que decidirse. Se acabó esto, pasemos a lo siguiente. Puedes cortar por lo sano con un punto y final aunque reconozco que yo sigo temiéndolos. Pero ahí está la coma cuando es necesaria, el punto y seguido que te permite continuar en la misma línea o el punto y aparte. A veces es necesario un punto y aparte. Ponemos tierra de por medio pero esto no impide que tres párrafos después rescates aquello que dejaste atrás.

De conectar puntos hablaba Steve Jobs en un discurso genial. Y creo o espero que tenga razón. Por lo tanto no hay que temer a los puntos. Al final todos tienen su razón de ser y son los que consiguen que el texto final tenga sentido. 

Las conexiones son de las cosas más importantes de la vida. Un dís haces "click" o "chas" o cualquier otra onomatopeya que antes utilizaba tanto y resulta que ahí estaba. Todo el rato en tu cabeza. Esperando. Por esto me gusta guardar la información que me dejó mi  versión más joven y flequillista. Porque me sirve para (algún día) hacer conexiones y para (hoy) recordarme lo cómodo que resultaba dejar puntos suspensivos como final de frase. Porque a lo mejor algún día sentenciaré, conectaré y dejaré de dudar.

Pero es probable que nunca lo consiga...